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viernes, 7 de junio de 2013

Cuba por dentro



La cultura cubana es tan rica y diversa que es fácil sentirse orgulloso de ella. No se trata de un chovinismo barato sino de un sentimiento tan puro y autóctono que sería imposible mirar a un lado sin darse cuenta de todos los valores culturales que poseemos. Desde el mismo momento en que el Almirante Cristóbal Colón descubrió a ésta, “la tierra más hermosa que ojos humanos han visto”, comenzó un coqueteo continuo entre lo bello, lo natural y lo auténtico. Se reflejó en la literatura, en las artes plásticas, en la música y hasta en la manera de hablar. Claro que no fue un proceso de unos pocos días. Tuvo que pasar mucho tiempo para que la palabra “criollo” surgiera y el sentimiento de identidad hacia este sitio germinara con raíces profundas y con ramas que buscaban tocar el cielo.
Sería imposible atrapar en un puñado de ideas todo el proceso de transculturación, del surgimiento de nuestra identidad o de la evolución cultural cubana. Pero sí podemos decir, en este siglo XXI, cuán orgullosos nos sentimos de lo que somos para abrirnos camino hacia lo que queremos ser. Se trata de identificar las pautas de un pasado desde este presente tan diverso y así construir con el esfuerzo de todas y todos el pequeño trillo que queremos que transiten las futuras generaciones de cubanos.
¿Qué somos? ¿Una mezcla de negros y blancos? ¿El resultado de combinar a Oshún con la Virgen de la Caridad del Cobre? ¿El negrito del teatro bufo como primer indicio de una escena nacional? ¿La Gitana Tropical de Carlos Enríquez marcando un antes y un después? ¿Las palmas de la poesía de Heredia? Claro que sí. Debemos sentirnos orgullosos de eso, porque trazan un hilo conductor coherente dentro de una nación que se forjó entre el tabaco y la caña de azúcar al ritmo del punto cubano. Somos hijos de un archipiélago que con sus características peculiares tiene espacio para todos los gustos. Precisamente en nuestra diversidad está el secreto de tanto éxito.
Las mujeres cubanas tienen su encanto al caminar, los hombres gesticulan exageradamente para hablar, todos nos reímos de nuestras mayores desdichas, aprendemos a rectificar en la marcha, nadie mejor que nosotros para hacer cualquier cosa, lo mismo un sombrero de yarey que una nave espacial. Somos los mejores solo porque lo decimos. Sentimos que la sangre se nos sube a la cabeza cuando alguien nos quiere quitar la razón. Somos tan originales que aun estando fuera de Cuba seguimos añorando el buchito de café mezclado con chícharo o aquellos muñequitos rusos que nadie soportaba pero que nos entretenían.
Somos así, y no porque lo escogimos, sino porque el azar y el destino quisieron que naciéramos en este sitio. Hoy no importa donde vivamos. Seguimos siendo cubanos con todo lo que ello implica. Es por eso que las miradas se vuelcan hacia nosotros cuando abrimos esta boca santa solo para decir “hola”. Somos así y no podemos lamentarnos. Tenemos sandunga en las venas, tenemos de congo y carabalí, somos la mezcla perfecta que todo alquimista hubiese querido obtener. Somos tan auténticos que si naciera otro igual a nosotros seríamos capaces de consultarnos por la madrugada solo para quitar del camino a ese otro que nos hace sombra.

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