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GLORIETA DEL PARQUE DE NUEVA GERONA |
¿Cómo
describir los amores que siento por mi Isla, la de Pinos, la de las cotorras,
los piratas, del tesoro, la toronja o de la Juventud? ¿Cómo encerrar en unas pocas líneas
todo el tiempo que ha transcurrido por esta ínsula cubana? Es un reto muy
difícil para alguien que solo ha vivido su primer cuarto de siglo; por eso solo
me dispongo a meditar acerca de lo que somos y de lo que podemos ser.
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BULEVAR DE NUEVA GERONA |
Pude
haber nacido en Pinar del Río como mis tíos; o en Guanabacoa como mis primos; o
simplemente no haber nacido; pero quiso el destino que mis padres se conocieran
en una noche cualquiera de un día cualquiera en una fiesta cualquiera de esta
Isla. Por eso hoy la miro en 180 grados para que nadie venga desde afuera a decirme
cuáles son sus virtudes y defectos. Yo los conozco, o al menos eso creo, aún
cuando mi corta edad no me permita comparar los últimos 20 años con la gloriosa
década del 80, donde la Isla
era una joyita de Cuba y de los cubanos.
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BULEVAR DE NUEVA GERONA |
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IGLESIA "NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES" |
Soy
de esa generación que creció viendo el socialismo y el Período Especial como dos
ramas de un mismo árbol. Recuerdo que mis padres hablaban de abundancia,
recursos y estabilidad económica. Pero todo quedó en el pasado, no logró ver el
siglo XXI porque sucedió lo inevitable: la Unión Soviética se desmoronó
ante los ojos de un mundo que se dividía entre socialistas y capitalistas. Y
ahí estábamos nosotros, en medio de esa división, construyendo nuestro propio
camino.
Entrábamos
rápidamente en una pesadilla sin saber cuándo despertaríamos. La escasez se
volvió parte de la cotidianidad. Nos acostumbramos al “no hay” o al “se acabó”
y con lo material se fueron también algunos valores morales. La crisis puso en
duda el futuro de los niños, que como yo, no conoceríamos la parte positiva de
la historia y crecimos confundidos, pero inocentes, entre las consignas del
matutino y la realidad de nuestros hogares.
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BULEVAR DE NUEVA GERONA |
Se
que todo esto acabará un día, que no vendrá nadie de afuera a entregarnos la
fórmula mágica que convierta el lodo en oro y mucho menos que transforme el
entorno como sucede en las películas de Disney. Aspiro a que seamos nosotros
quienes construyamos una Isla diferente, insertada en el mundo y capaz de avanzar
aún cuando todo parezca difícil. No deseo sonar retórico y mucho menos repetidor
de consignas, pues no creo en ellas; solo creo en el hombre y en la mujer y su
capacidad para construir el destino. Creo en los niños que desde su inocencia
dicen las verdades a los cuatro vientos. Creo en quienes creen en lo posible y
lo imposible, siempre con objetividad. Creo en aquello que, aún siendo utópico,
puede estar más cerca de lo que creemos.